Saber reconocer las emociones mejora la autoestima

Reconocer las emociones que tenemos a lo largo del día, en distintas situaciones nos ayudará a conocernos y saber reaccionar de manera adecuada en cada una de ellas. Esto es fundamental para aprender a controlar el impulso, ser asertivo, expresar una necesidad, no descargar con los demás, etc.

¿Para qué sirven las emociones?

Las emociones dan significado a nuestras vivencias, nos preparan para la acción y nos dan información sobre nuestro entorno y cómo éste nos afecta. Esto nos indica que las emociones son fundamentalmente adaptativas.

Muchas veces nos sentimos “de una manera que no sabemos cómo describir”, por lo que tendemos a simplificar en un simple “me siento bien o mal”, sin profundizar en la emoción real que se encuentra detrás de esas palabras. Aprender a localizar e identificar la emoción, implica una racionalización de lo que me está ocurriendo, que ayuda a entender mis reacciones y necesidades. Esta comprensión es fundamental a la hora de encontrar una coherencia entre uno mismo y el entorno, favoreciendo una buena valoración personal y ayudando a generar una relación positiva y saludable con los demás.

Saber expresar nuestra emoción es fundamental en las relaciones sociales:

  • el enfado, nos ayuda a poner límites a los demás y a superar obstáculos;
  • la alegría nos prepara para la cooperación;
  • la tristeza nos sirve para la retirada o búsqueda de ayuda.

 

Identificar qué estamos sintiendo, nos ayuda a comunicar nuestras necesidades o prioridades a los demás, que podrán adaptarse a nuestras necesidades, consolándonos si estamos tristes y alejándose si ponemos límites o necesitamos estar solos.

Todas las emociones son por lo tanto necesarias, incluidas las que consideramos como negativas, ya que tienen una función:

  • el miedo nos advierte de un peligro;
  • el asco nos aleja de aquello que pueda estar en descomposición o pueda perjudicar a nuestra salud;
  • la compasión nos capacita para  responder al dolor del otro;
  • la tristeza y la culpa nos alertan de que algo va mal;
  • la alegría promueve la búsqueda activa del bienestar.

 

Las emociones y el cerebro

Gracias a la neurociencia, conocemos el recorrido de las emociones en nuestro cerebro: los estímulos del entorno llegan a las áreas subcorticales del cerebro, relacionadas con el procesamiento de las emociones, como la amígdala y el tálamo. Este recorrido es anterior al reconocimiento de los objetos y acontecimientos del mundo real, que se dará posteriormente en el neocórtex.

Esta inmediatez es fundamental para la supervivencia, ya que nos asegura una respuesta rápida. Los centros responsables de la toma de decisiones y planificación, actuarán más tarde, para valorar y buscar soluciones una vez que no corramos peligro.
Una vez conseguimos satisfacer las necesidades de las que nuestras emociones nos informan, alcanzando un bienestar, se diluyen. De ahí que haya un alivio cuando conseguimos identificarlas y expresarlas; la emoción se torna entonces hacia algo diferente.

Cómo aprender a gestionar nuestras emociones y mejorar la autoestima

Trabajar sobre las emociones es de vital importancia en la terapia psicológica; resignificar los sentimientos y emociones ayudan al autoconocimiento y a dirigir nuestras fuerzas hacia el objetivo correcto: aquel que satisfaga nuestras necesidades favoreciendo nuestro equilibrio.

La cultura occidental ha hecho prevalecer la idea de que la emoción y su expresión es negativa o signo de “debilidad”. Hoy en día sabemos que encontrar el bienestar, en nuestro entorno y en nuestra relación con los demás, tiene que ver con el equilibrio entre nuestras emociones, nuestro intelecto y nuestra voluntad.

La emoción no se opone a la razón, sino que nos ayuda a cuidar de nosotros, a manejar nuestra ansiedad, enfado y tristeza, controlando nuestros impulsos y dotándonos  de la capacidad de automotivación.
Todo esto es fundamental para alcanzar una buena valoración personal y una mejor relación con uno mismo.

 

Emoción o estado de ánimo

Aunque se relacionan, es importante diferenciar entre estado de ánimo y emoción. La emoción acontece de forma puntual y se da con independencia de nuestra voluntad, ante un estímulo, objeto o persona que consideramos importante, mientras que el estado de ánimo dura más tiempo, es difuso y tiene una menor intensidad.

El estado de ánimo describe un “modo de estar y de sentirse” que se mantiene en la persona de forma más continuada. Decimos así que una persona es alegre, refiriéndonos al estado de ánimo, y que está contenta cuando nos referimos a la emoción.

No obstante, ambos conceptos se relacionan y no son excluyentes, de forma que una emoción que aparece a menudo, puede llegar con el tiempo a constituir un estado de ánimo. Tienen además en común que ambos son “fenómenos afectivos”

21 Ejemplos y hábitos de habilidades sociales que se pueden entrenar

El comportamiento humano es sorprendentemente adaptable, y eso hace que, si nos lo proponemos, seamos capaces de dominar aptitudes muy útiles. Por mucho que cuando nos sentimos mal mostremos una tendencia a pensar de manera pesimista que nunca cambiaremos para mejor, esto no tiene por qué ser así, podemos mejorar nuestras habilidades sociales.

En este artículo, por ejemplo, veremos una serie de ejemplos de habilidades sociales que se pueden entrenar si las entrenamos de manera regular a través de nuestros hábitos.

¿Qué son las habilidades sociales?

Las habilidades sociales son un conjunto de aptitudes vinculadas a la capacidad para expresarse verbal y no verbalmente, empatizar y comprender el punto de vista de los demás, y adaptarse rápidamente a los cambios producidos en los intercambios comunicativos.

Por otro lado, el hecho de disponer de buenas habilidades sociales tiene un impacto muy significativo en prácticamente todos los ámbitos de la vida, en lo profesional, lo afectivo, lo educativo, etc.

Ejemplos y hábitos de habilidades sociales que se pueden entrenar

Las habilidades sociales dan forma a buena parte de lo que ocurre en nuestras vidas. Nos afectan a la hora de hacer amigos, a la hora de encontrar trabajo e incluso a la hora de argumentar, convencer y quejarnos por las injusticias que nos puedan ocurrir a lo largo de los años. Además, afectan indirectamente a nuestra autoestima.

Por eso, reforzar las habilidades sociales es una de las áreas de trabajo más importantes en buena parte de las sesiones de terapia que realizan los psicólogos, tanto en casos en los casos en los que hay trastornos diagnosticados como en los que no los hay. El modo en el que interactuamos con los demás puede, por sí solo, hacer que nuestra calidad de vida mejore o empeore significativamente.

Así pues, si te interesa saber cómo mejorar en este conjunto de aptitudes, sigue leyendo; en las próximas líneas encontrarás varios ejemplos de habilidades sociales que se pueden entrenar, y consejos sobre cómo hacerlo.

1. Escucha activa

La escucha activa es el conjunto de conductas por las que se expresa interés y reacción emocional ante lo que explica la otra persona. Por sí solo, este elemento psicológico tan sencillo es la mitad de lo que significa tener buenas habilidades sociales, porque sirve de poco escuchar si no parece que escuchamos.

Aprender a tener una buena escucha activa propicia conversaciones significativas en las que la otra persona no se siente presionada para dejar de hablar.

Las actividades vinculadas a la escucha activa hacen que las conversaciones sean más fluidas y satisfactorias para ambas partes. Hacer esto consiste no solo en escuchar con atención lo que te dicen, sino además hacerlo saber. Acostúmbrate a mirar a los ojos, a realizar señales no verbales de que sigues el hilo de la conversación, a expresar tus reacciones emocionales ante lo que escuchas, etc. Eso sí, con cuidado de que estas señales no sean tan intensas o prolongadas como para interrumpir a la otra persona.

2. Asertividad

La asertividad es la capacidad de comunicar todo lo que queremos comunicar, sin miedo a las posibles reacciones negativas por parte de los interlocutores y a la vez respetándolos y manteniendo las buenas formas. Se trata de tener en cuenta la necesidad de que haya un equilibrio entre los intereses del otro y los intereses de uno mismo.

Para potenciar la asertividad no es algo que se consiga de la noche a la mañana, pero es totalmente posible si buscamos formas honestas de expresarnos pero sin que parezcan una acusación. Contar con asistencia profesional por parte de psicólogos ayuda mucho a reforzar esta habilidad social.

3. Contacto visual

Puede parecer una tontería, pero el simple hecho de mirar a los ojos a la otra persona hace que la comunicación sea mucho más fluida y que ofrezcamos una imagen mucho mejor, expresando seguridad en uno mismo.

Para conseguirlo, trata de tener en cuenta el tiempo que pasas sin establecer contacto visual y redúcelo progresivamente hasta que te acostumbres a mirar a los ojos de manera espontánea. Esto es mejor que tener como objetivo pasar mucho tiempo mirando a los ojos, dado que esto puede resultar artificial y generarte aún más nervios.

4. Gestionar el sentido del ridículo

El sentido del ridículo puede ser un verdadero obstáculo a la hora de interactuar con desconocidos o con gente a la que conocemos poco. El miedo a quedar mal o a exponernos a silencios incómodos lleva al aislamiento a mucha gente.

Sin embargo, lo cierto es que es muy complicado realizar acciones que sean por sí mismas motivo para quedar en ridículo: en la mayoría de los casos, la actitud que uno tiene a la hora de comportarse y de demostrar seguridad en uno mismo determina de qué manera valoran lo que hacemos. Una misma acción puede ser vista como algo ridículo o como algo admirable dependiendo del modo en el que expresemos autoestima y seguridad: por ejemplo, intentar hacer malabares en una fiesta (de manera no profesional) y fallar la mayor parte de las veces.

5. Regular la ira

La ira puede hacer que realicemos acciones que nos perjudican a nosotros y a los demás.

Nadie gana si, por ejemplo, reaccionamos con mucho enfado cuando nuestra pareja ha tenido un día muy malo y llega a casa con mal humos, contestando de malas maneras cuando hacemos preguntas normales.Hay que saber leer la situación y comprender el contexto en el que otra persona se muestra hostil. Además, incluso cuando la actitud del otro no sea nada justificable, normalmente adoptar su mismo estado de ánimo es totalmente contraproducente.

Realizar ejercicios de Inteligencia Emocional nos ayuda a entrenar esta habilidad social.

6. Expresar afecto

Este es otro de los ejemplos de habilidades sociales más importantes que podemos entrenar en nuestro día a día. De poco sirve querer o sentir aprecio por una persona si esta no lo sabe.

Para ello, hay que superar autoconceptos demasiado rígidos según los cuales nuestra identidad se caracteriza por el distanciamiento y la frialdad en las relaciones personales.

7. Saber enseñar

En muchas de nuestras interacciones sociales, deberemos instruir o formar a otras personas, aunque sea de una manera no formal. Por ejemplo, es lo que pasa al ayudar a nuestro hijo o sobrino a estudiar, al enseñar a nuestra madre a usar un ordenador, al explicar un procedimiento a un alumno de universidad que hace un trabajo en grupo con nosotros, etc.

Para ello, hay que acostumbrarse a no dar por sentado que todo el mundo sabe lo que nosotros sabemos,y tener paciencia.

8. Pedir perdón de manera honesta

Nadie es perfecto, y debemos admitir nuestros errores para reparar relaciones. Por eso, una de las habilidades sociales que podemos entrenar y que resultan más importantes es la capacidad de disculparse. Negar nuestras equivocaciones, a la larga, ni siquiera sirve para proteger nuestra autoestima, ya que nos aleja de los demás y favorece el aislamiento.

Para acostumbrarse a hacerlo, lo más recomendable es pensar cuál es la idea principal a comunicar, pensar en fórmulas que podrían ser interpretadas como una excusa para evitar no caer en ellas, y expresar esa idea de la manera más espontánea posible teniendo en cuenta lo anterior y ofreciendo disposición para reparar el daño.

9. Pedir ayuda

Tener demasiado orgullo como para pedir ayuda es siempre una mala idea. Ni siquiera es algo que nos permita aprender mejor, pues probablemente hará que nos quede un sabor amargo al intentar hacer aquello para lo que no estamos preparados, haciendo que tiremos la toalla de un modo innecesariamente pesimista.

Para entrenar esta habilidad social, lo mejor que puedes hacer es revisar tu autoestima y tu autoconcepto y cuestionarte si es razonable perseguir como objetivo una versión de ti tan idealizada.

Las personas autosuficientes no existen.

10. Liderazgo

No todo el mundo es igualmente bueno liderando en general, pero todo el mundo es capaz de liderar en contextos específicos. Incluso si eres una persona tímida, lo más probable es que puedas aprender a ser líder en trabajos relacionados con tu área de especialización.

11. Persuasión

Gran parte del impacto emocional que tiene lo que decimos no depende del contenido de lo comunicado, sino de su forma. Encontrar las fórmulas lingüísticas adecuadas para expresar una idea ayuda mucho a convencer, y esto es algo que se puede entrenar parándonos a pensar sobre las diferentes alternativas de las que disponemos para expresar algo.

12. Control del lenguaje no verbal

Este es otro de los ejemplos de habilidades sociales más importantes que podemos entrenar en nuestro día a día. Comunicar una actitud cercana y abierta es importante para que los demás actúen en consecuencia cuando se relacionan con nosotros. Para esto, es buena idea grabarse en vídeo hablando o dando un discurso, y centrarse en cambiar elementos de la comunicación no verbal que sugieren distanciamiento o desconfianza.

13. Capacidad de crear objetivos colectivos

Esta habilidad social es muy útil para cohesionar grupos y para finalizar disputas. Consiste en la capacidad de entender las motivaciones de los demás y encontrar puntos en común, y se puede hacer si no damos por supuesto que las personas quieren solamente lo que dicen querer. Por ejemplo, tras haber discutido, una de las motivaciones que suelen tener las partes enfrenadas es no dar la imagen de haber sido derrotada.

14. Demostraciones de fiabilidad

Es importante que los demás sean conscientes de las cosas que hacemos en beneficio de sus intereses. La falsa modestia de hacer cosas por los demás sin que estas lo sepan no lleva a ningún lado y pasa factura a nivel de frustración y cansancio.

La asertividad, la empatía, iniciar una conversación, dar las gracias y la capacidad de escucha… son un conjunto de conductas emitidas por las personas en contextos sociales que llamamos Habilidades sociales (HHSS).

Saber expresar sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación resuelve los problemas inmediatos y minimiza la probabilidad de problemas futuros. Las habilidades sociales son una importante fuente de autoestima y bienestar personal que deben desarrollarse y ampliarse a lo largo de toda la vida.

15. Afronta las conversaciones importantes teniendo en cuenta las ideas que debes expresar

La asertividad es la capacidad de expresar las ideas importantes a pesar de que puedan generar un cierto malestar en los interlocutores, y hacerlo manteniendo en todo momento el respeto por quien escucha,intentando que la incomodidad causada por lo que decimos sea la mínima posible. Así, se trata de encontrar un equilibrio entre los intereses propios y los de los demás, pero sin dejarte nada en el tintero.

Para asegurarte de que vas aplicando este principio a tu manera de comunicarte con los demás, es bueno que antes de tener conversaciones importantes, memorices al menos una o dos ideas principales que crees que necesitas expresar y que a la vez te costará un poco verbalizar por el miedo a la desaprobación.

16. Asegúrate de cumplir un mínimo de horas semanales de interacción social

Las habilidades sociales van siendo aprendidas sobre todo a través de la experiencia, la interacción con otros en tiempo real. Para evitar que otras formas de aprendizaje eclipsen esta vía de desarrollo de tus aptitudes, asegúrate de exponerte a un mínimo de horas de interacción cara a cara con frecuencia semanal.

17. Exterioriza tu interés por los demás a través de las preguntas

Si te interesa conocer a alguien, no tienes por qué decirlo explícitamente (esto podría ser demasiado difícil si eres una persona con tendencia a la ansiedad social), pero sí puedes indicarlo de manera implícitapreguntándole cosas sobre él o ella. Además, de esta manera estarás rebajando la presión sobre ti, dado que la parte más “complicada” la tendrá la otra persona, que debe explicarse, a la vez que va dando pie a una verdadera conversación (o a una conversación derivada de la anterior, haciendo que tengáis más cosas sobre las que hablar).

Como iniciar un diálogo suele ser la parte que suele costar más, esta clase de patrones de comportamiento te llevará a perderle el miedo a las situaciones en las que intentas conocer gente.

18. Practica la visualización para aumentar tu tolerancia al rechazo

Este es otro de los ejemplos de habilidades sociales más importantes que podemos entrenar. La visualización consiste en realizar pequeños ejercicios de entre tres y diez minutos en los que deberás cerrar los ojos e imaginar tan vívidamente como puedas experiencias que crees que suponen un reto para ti. En el caso de la mejora de las habilidades sociales, suele ser útil adoptar el hábito de realizar, unas dos veces por semana, sesiones de este tipo en las que imaginas que te rechazan (por ejemplo, al proponer una primera cita a alguien que te gusta). El objetivo es que vayas perdiendo el miedo a esta clase de experiencias.

Eso sí, es recomendable que empieces imaginando situaciones que crees que te generan relativamente poco estrés (por ejemplo, te rechazan, pero de una manera muy educada) para que no tires la toalla desde un principio debido al malestar que te genera la experiencia.

19. Capacidad de conciliación

Es importante saber hacer que las personas se sientan cómodas en las conversaciones incluso al tratar temas delicados o en situaciones en las que hay intereses contrapuestos. En esto, la capacidad de conciliación es básica. Dependiendo de cómo se nos dé encontrar puntos en común, será más fácil evitar que los demás se pongan a la defensiva.

20. Gestión del miedo al rechazo

Ser capaces de afrontar el miedo al rechazo es importante para no ceder a los pensamientos de auto-sabotaje que nos llevan a encerrarnos en nuestra propia realidad y no darnos la oportunidad de conocer gente nueva. Esta habilidad está muy relacionada con la capacidad de gestión de la ansiedad, y además es fundamental a la hora de ligar.

21. Sentido del humor

El sentido del humor tiene una faceta importante como habilidad social (aunque su utilidad no se limita a este dominio). Sirve para crear un buen clima comunicativo y aproximar posturas con los demás a través de situaciones divertidas y distendidas. Por otro lado, contribuye a que el resto de personas sientan más interés por nosotros, al tener un buen recuerdo de la primera toma de contacto (las emociones quedan más grabadas en nuestra memoria que los contenidos de las conversaciones).